lunes, 9 de junio de 2014

“Hijo, escupo al cielo y sonrío, porque sé que el cielo es un invento."



Debatiendo sobre cuál es el ganador, otro hombre sentado me miró.
Supo ver las sombras de las trincheras que se piden de un vaso.
El camarero sirvió dinamita, que pasó, de alto, como un niño del sol.

Las hojas son más que días sin tierra, más que lunas en trance.
Dicen por ahí de mí que soy poeta, y yo aún pregunto, dónde está la recompensa,
Dónde están las nubes, dónde está la inocencia, que derroché tanto y me hice mayor.

Dónde andan pendiendo los sueños… Dímelo, por favor… Dónde están...
Hoy sé que el dolor te enseña que el tiempo no es relativo
Y que lo relativo del tiempo, desaparece tras un par de tragos de vino.
Todavía noto que palpito, que algo dentro de mí, sigue vivo…
Cada vez cuesta más sentirlo. Exprimimos a la vida buscando algo bonito.

Otros tantos viven riendo y yo me pregunto, qué habrá detrás.
Demasiado tiempo tengo para tener dudas existenciales.
Me gustaría sentir esa realidad de la que tanto hablan
Y no caer en las manos de mis fantasmas, de mis dudas,
De estas cicatrices que a cada soplo parece que se abran.

Abriendo otra puerta apareció un borracho y me dijo:
“Hijo, escupo al cielo y sonrío, porque sé que el cielo es  un invento.
Nosotros vivimos en el infierno, por éso lo respeto”.
A veces, con nostalgia pienso: si esto es infierno,
El aire es veneno, la comida ceniza y el tiempo fuego.

Y  al percatarme, veo que es cierto…


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