sábado, 4 de agosto de 2018

- Sin sucumbir-

Podría sucumbir al destino, y entregarme con los brazos engrilletados a él, como el que sabe que su hora ha llegado y se entrega al vacío, ser sólo una hoja al ras llevada por el viento hacia un sendero que es inconcebible a mis ojos y a mi entender. Pero el artífice de mi suerte y  mis sueños soy yo, porque el sufridor de ello, soy y seré yo.

Podría rendirme cualquier noche de verano a ésa maquiavélica artimaña, a sus señales más obvias  y a las más sutiles, a sus acometidas circunstanciales, pero de hecho, hay cabida a que todo éso, sólo sea otro artificio de mis propios miedos y de mi ego, y que lo único que hagan, sea limitar mi propia proyección, hacia un huerto fructuoso por el cual pasear y elegir qué fruta escoger entre todo un jardín.

Pero la voluntad, a mi parecer, tiene que salir triunfante de tal duelo, una voluntad real y no contaminada, sino pura y propia, no condicionada ni maquillada por esta sociedad sucedáneo, porque sino, estaría viviendo mis miedos y no mis sueños, persiguiendo constantemente una ilusoria evasión, que sólo me llevaría  como un cordero más al matadero, incluso sin ser consciente de ello, a una muerte vital y de espíritu, llevando unas cadenas que no son ni mías, sin escuchar siquiera los chasquidos de las mismas.