miércoles, 5 de octubre de 2016

-VERANO-

Un verano, que llega a su fin, alejado de todo lo relativo a lo que me incumbe respecto a la literatura, que es más bien poco. Ya se sabe pues, que estamos más enamorados del deseo que de lo deseado, por tanto en mí peculiar estampa, se refleja como más amor por el humo poético, que por la poesía más bien. Poco queda que reflejar, pues un lugar, pues una marca, pues una vida. No sé ya si el proceso literario necesita más maduración o veneno, ingenuidad o delicia, ya no lo sé. Me encuentro en esa disyuntiva de cuestionarme, qué respuesta metafísica me puede dar el simple hecho de escribir, si no agravar mis hendiduras en el alma y resquebrajar con un cuchillo mis pocas certezas, mis pocas virtudes.

Por suerte, o por desgracia, sigo siendo el mismo que analiza todo en silencio, callado y puedo decir con la boca bien alta, que he pasado el verano entre idiotas que se creían más inteligentes por el hecho de un silencio, que no otorgaba, más bien compadecía. Unos idiotas, cuya una credibilidad depende del bamboleo del tiempo y de su patética existencia, algunos se salvaron, pero ya está dicho, sólo algunos. Éso por un lado. Podría pasar determinado tiempo analizando cada situación, cada instinto de supervivencia y primitivo remarcado en sus rostros bochornosos y envilecidos por una codicia que no sirve ni a la suya propia, sino a bolsillo ajeno; pero al ser bolsillo ajeno, yo mismo me alejo. La palabra puede hacer mucho daño bien usada, tened cuidado.

El hecho es el siguiente. La expresión está en el tintero y la tinta está cementada. Ahora soy como un observador, analizando; pero por virtud o defecto, estático. Gracias a pesar, que he podido sobrevivir, con coraza, pero he sobrevivido, ahora queda desprender el ropaje de este gran camino recorrido, y aprender a respirar en un ambiente contaminado, como en  1984,  E S C O R B U T A N T E.