lunes, 23 de septiembre de 2019

Los Hibakusha

 ‘persona bombardeada’ y con el que se designa a los supervivientes de los bombardeos nucleares a civiles en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki 


Quizá era el trazo de los brazos carbonizados mecidos por el aire, quizá y sólo quizá, era el trazo de los ojos observando el átomo en su vileza máxima tras una ventana en epicanto; quizá era la abrasión sórdida que sólo escucha y padece el mártir de una historia que luego muchos escuchan semejando sentirla con una empatía a veces oxidada por el paso de los sucesos, empatizando con lo sesgado de tales crónicas, limpiadas a conciencia para tratar, no con mucha suerte, de invisibilizarlas; y tal vez, sólo tal vez, eran las pisadas desesperadas y resignadas, del que sabe que la muerte susurra a sus oídos, palabras agrias del hoy y polvorientas del mañana, pero se niega a escuchar, como si fuera un mal trance, porque la vida es eterna mientras dura, y presuroso se agarra a la hiperbólica respiración que se olvida, del corazón que no siente y siente, sin mediar con el intelecto, de la mente que no conoce mayor idea que el ahora y huye del destino ya dictado por el hombre y su avaricia.


Quizá en ése mismo instante, en alguna periferia, algún niño distraído oía el zumbido de una abeja, y lo que hacía era sino confundir, lo cotidiano con la "buena nueva" del dolor por dolor, del interés de los ya medrados, estáticos e inamovibles, de traje colorido e ideales que no conocen de la culpa, ni de la vergüenza. Quizá ese mismo niño, confundió hasta al propio sol, que ese día traía consigo una agitación poco común, además de una pigmentación que parecía resquebrajar el cielo entre tonalidades dispares de sangre a gris y de ceniza a rojo, como si fuera a marcar de por vida ciertas pieles, como si el presagio de un estigma estuviera por venir, un temblor, una ventisca, un motivo por el cual asustarse y el cual no, pues es lo que tiene la inocencia, es lo que tiene tener y no tener venda que tape o que sesgue una visión. ¿Era ésa la metamorfosis que debía de sufrir? ¿Era él realmente el que debía de tener miedo de tal misterio o era sólo el reflejo de la villanía de algún/os plutócrata/s brillando en su máximo esplendor lo que se aparecía ante él, apodada su ruindad, "Little Boy"?



Probablemente, demasiado cerca para el trazo que dibujaría una luminosa, estarían en ese instante dos ancianos, inconscientes aún del conflicto venidero entre la tradición y la modernidad, analfabetos ante el cuerpo de la posguerra, pues sus conocimientos vetustos no les habían hecho aún conocedores de cuál sería el fin justificable a los medios. Conocedores de la vehemencia del fuego, del estoicismo de la tierra, la visceralidad del agua y del ensimismamiento del aire, no imaginaron que en algún momento, sus percepciones más arcaicas y arcanas, pudieran ser volatizadas como si de un juego de azar se tratara. ¿Ha sido el hombre realmente capaz de dominar los elementos de tal manera, cegado en su tecnocracia, obnibulado en espíritu, que lo único que ha conseguido de ello, es traes más muerte a la muerte? - Dijo uno de ellos, encomendándose a lo que la longevidad te hace asumir, de una manera u otra, mientras por la ventana se podía oír el canto alborotado y desmedido de las bandadas de pájaros desertando, mientras sobre ese humilde edén, se cernía el infierno.


Mientras en el epicentro de aquella gran lámpara apocada desde hacía unos cigarrillos, dos ladrillos apoyados uno encima de otro, podían vislumbrar aquel páramo lánguido y extinto, dónde antes se podía oír el traqueteo de la gente sumida en lo cotidiano, ahora se escuchaban las lágrimas negras del cielo, donde antes se podía oír el parloteo vivaz del mercado, ahora se podía oír el desgarrado grito de una madre meciendo entre sus manos un jirón de carbón, con nombre y apellido, de apenas unos años, donde antes unos enamorados paseaban entre cerezos celebrando su destino, ahora dos cuerpos descoloridos que yacían separados, parecía que lo maldecían; donde antes se podía ver un hormiguero con un nombre predilecto (Hiroshima), ahora se podían ver sólo sus raíces más profundas, el esqueleto y sus diferentes articulaciones, conectando un yermo con el de al lado,  mientras el piloto Robert Lewis, anotaba en su diario: "Dios mío, ¿qué hemos hecho?".

Mientras esa asimetría terrestre rompía y consternaba al mundo por unas ínfimas de milenio, desde la inmensidad espacial, se podía ver un cuerpo celeste que seguía su órbita sin a penas haberse inmutado del catarro que sofocaba ciertas conciencias aquel momento, pues el engranaje de la vida y del universo continuaba su rumbo, hacia dónde o con qué fin, no se sabe, pero continuaba girando en el continuo espacio tiempo, y ese planeta, llamado tierra, en su travesía, seguía girando, como si del eterno retorno se tratara.







viernes, 5 de julio de 2019

Sueños días

Sueños días miel,
que te sueño días,
que te sueño noches.

Que te pienso soñando,
que te pienso despierto,
cruzando el umbral del fuego,
que cenizas veo, pero luego...

Ay luego...

Veo el primaveral de tu sexo,
desnuda de flores, rezumbante,
entre el jardín mecido por el aire,
inundando con olores esta atmósferra,
nectar que resbala por una garganta,
hidratando mi yermo, 
desabrochando los botones al delirio,
de tu boca y la mía
de la flor y la primavera.

sábado, 22 de junio de 2019

Hoy miré con los ojos del que siente, viendo el presente difuminado, sintiendo que el exterior es derretido por las vibraciones del tiempo, ondas dantescas que esbozan "El grito" en todo rostro mortal que tiene la certeza de que el tiempo está para usarlo y no para ser extasiado por la inercia de pedos de algunos dioses ateos al humano.


Que mundo nos ha dejado la sangre seca de nuestros abuelos. ¿Tantos murieron por los que nacieron? ¿Nos dieron el privilegio o el castigo? Ella me dijo que estaba centrado en la introspección, y quizá razón no le falte, de hecho le brindo la razón con el vino diastólico que empuja mi verdad contigo. Hoy ando con una mano en el cuello recordándome, años que piaron en otros árboles de antaño, fui poeta de mala cuna, perdido entre alcohol e instintos suicidas, y hoy, ya no sé ni quién soy, me destruí tanto que olvidé como apilar ladrillos para formar mi ser. Mi mente ahora mismo es una laboratorio macabro donde se mezclan el desasosiego del pasado y la indefensión del futuro.

Tengo la certeza de que mi arte se ha reducido a mero reciclaje caritativo a mi persona, por llenar huecos de ego, por alusión a una parte de mí que quizá murió o sigue ahí aletargada esperando el momento preciso para echar alas, no lo sé. Estoy vestido de duelo, preparado para la batalla más fiera que pueda tener cualquier hombre, aquella en la que los entresijos sean la clave, aquella en la que un fallo de cualquier reflejo vital suponga la muerte, la batalla contra mí mismo.

Me perdí para encontrarme, pero me perdí tanto que olvidé cómo encontrarme. Me perdono el orgullo y reconozco, tú me encontraste sin perderme, por mucho que me aterre, contigo no quiero volver a donde habita el olvido.


sábado, 8 de junio de 2019

Es 8 de Junio, en un calendario Gregoriano

A veces hablo de las pocas cosas que se,
y conforme más lo hago, más consciente soy,
de que sobre lo que creo saber, no sé nada.

Pero también hablan, y también veo.
Y llego siempre a la misma conclusión,
la ignorancia es muy atrevida
y hace mucho ruido.


Un día como hoy, de 1958, 
EE.UU. detona en el Oceano Pacífico una bomba atómica.

martes, 28 de mayo de 2019

Sálvame

Tocan a tu puerta y cierras las ventanas,
Cómo aquel que aunque haga sol,
se prepara para la tormenta.
Observando un teatro, incluso el propio,
caricaturizado hasta el latir, porque cavada 
está la tumba, en el cuadrante izquierdo 
de un cuerpo, de un mecanismo,
que navega por el tiempo,
el duelo de la dualidad concerniente,
al minutero.
¿Qué creer cuando ya no crees en nada?
Éste Nihilismo sin sustento, 
si dudas hasta de la propia duda,
del nihilismo, quizá te haya descompuesto 
de tal manera que ahora sólo seas bruma.
Es así, o sólo unidireccional,
pero éso, oxido, oxido y más óxido.
La erosión no tiene otra cara,
sólo polvo, tierra mojada, 
entre las manos el olor,
y aunque rompas la pared 
que precede al intendente 
se marca el comienzo 
de una penitencia o una salvación,
pero no el final,
conoces de sobra el olor del que hablo.
Aunque las certezas se clavan
como clavos, tales como,
dinero, moderno cristo,
y es lo que tienen los clavos,
oxido, más óxido.
Qué cosas tiene ese tiempo,
ese olor, ese óxido, ese minutero,
ese latir musitando minutos,
que tantas veces deja de ser real,
transformando todo a estático, 
perdiendo cualquier tipo de relevancia,
perdiendo hasta la inercia propiamente dicha,
y hasta todo, óxido y óxido, clavos y calvos,
tierra y tierra, olor y olor.
Que tan real e irreal es,
tan inoportuno e ilusorio,
como tan certero y sagaz.
Te transforma en lobo,
amansado, hasta la próxima luna llena,
en la que te lanzas a la cacería,
de tus propias agujas, 
bebiendo sangre de tus propias vísceras,
cada noche.
Y al sol sólo le lloras, 
¿por qué? Si es el único,
que realmente puso algo de fe en ti. 
Pero ese hedor que proviene del foso,
en el cuadrante izquierdo,
aunque hagas hogueras festivales,
no desaparece, esa marca del condenado,
no desaparece, y tienes lo que falsamente 
crees que mereces, 
el producto de ello son tus propias cenizas,
dejándote en un bosque yermo,
pues tú mismo eres el que confabula
tales incendios,
siendo el mecenas bélico
de las armas de tu destrucción.
Te pasas los días buscando apagar tus fuegos fatuos,
viviendo más en tu mente que en este mundo,
pero no te juzgo, por que si lo hiciera,
me estaría juzgando a mí mismo,
y al fin y al cabo,
aunque baile entre palabras,
es lo que acabo haciendo,
juzgarme, siendo mi peor verdugo,
con la tortura más sutil,
evadiendo lo visual y lo mundano,
achacando a lo interno,
llevando cicatrices por debajo de esta piel
que a veces incluso dudo
de si es mía, de si soy yo, o es mi otro yo,
o el yo de mañana o el yo de ayer.
Pues soy siempre el mismo que siempre se ve sangrando,
frente a su propia tumba,
mientras el mundo está ardiendo,
y soy más que un simple número,
pero en éste caso el número no varía,
y todos sabemos que los números 
son éso, números.

Sálvame. 


miércoles, 8 de mayo de 2019

Últimamente ando tan perdido, en mi palacio de invierno, y a la vez tan lúcido, que me encuentro en una encrucijada, en la cual, veo pasar los vehículos pero no me arrimo a ninguno. Observo. Pues no siento motivación por el producto de su combustión, exhalando humo tóxico.

Me abruma el fin de las cosas. ¿ Qué fin tiene nuestra existencia en este planeta? ¿Qué finalidad tienen los días? Vivimos en un mundo dominado por la maldad. Aunque no lo queramos reconocer somos cómplices de este calvario, directa o indirectamente, pues propiciamos su consecución en el tiempo, siendo carceleros de nuestra propia y ajena libertad. 

En esta época glacial, me he construido una muralla de espinas infranqueable, que hace que  a veces ni yo mismo me vea, bloqueando todo sentimiento, pues de estas alcoba no brota ni una lágrima capaz de vaciar todo lo guardado. Ése es el problema de vivir siempre alerta, siempre protegido, no puedes protegerte de lo que guardas y eres incapaz de sacar.