miércoles, 1 de julio de 2020

-TRISTEZA DE CENTRO CIUDAD-

Era uno de esos hombres que no mendigaba por comida sino por esperanza, en los rostros cansados de la lucha interna, por la confusión cotidiana tras las 12 del mediodía, cuando los sueños pasan a rutina. En el epicentro de ese trasluz, que se entreve en ese cenit, se oía crepitar algún ruido mecánico, pero no natural; algún entresijo de siseos sobre una vida ajena al ajeno; una obsesión casi cronometrada por el tiempo sin propiedad propia; una pasión casi visceral a la carcasa hermética del corazón; y ¡ay!; miedo atónito y sorpresa a todo lo que rompa, aunque sea momentáneamente, los bien lubricados engranajes para los pies sin voluntad.


Vivimos tiempos extraños y confusos.