Caen las hojas y pasan al otoño,
me recuerdan a tus lágrimas,
que tan pronto brotaron en forma de sonrisa,
como una primavera,
por éso me cuestiono su valor.
No sé cómo volver al mundo
de los vivos, si los días son años,
y los años, días, buscando,
un sabor menos amargo.
Quiero sentir la noche
hasta sus entrañas,
los besos como arpas,
que se calen en las entrañas.
Yo me siento inconforme...
No quiero escenas insulsas de salón.
No quiero cena y sofá hasta la muerte.
No quiero comodidad de señor.
No quiero apatía en la mirada.
No quiero que un beso, sea sólo un beso.
No quiero que la cama sea refugio del abandono.
No quiero sensación de nada.
No quiero despertar y maldecir.
No quiero conformismos.
No quiero estar acompañado y sentir soledad.
No quiero sonrisas cronometradas.
No quiero amor predeterminado.
No quiero sentir senilidad en la juventud.
No quiero promesas sin consecuencia.
No quiero consecuencia sin palabras.
No quiero metas sin voluntad.
No quiero voluntad sin muestras.
No quiero falsedad sin ganas.
No quiero ganas con falsedad.
Y yo tal vez no sepa el significado de la nada,
Busco en la sensación de los demás.
Escucho sus gemidos sinceros tan lejos,
que no parecían ser míos...
Sus sábanas no prendieron fuego,
se quedaron polvo y ceniza,
no como con otros...
Que lo hicieron, pareciendo,
violados por el ave fénix.
Los ojos se me descolocan
en el trance en el que vivo.
Y ésto pasó a parecer una pesadilla,
en la que la noche me traicionaba
y el día me bendecía.
Yo mismo me reprocho el todo,
y a la vez nada, porque es el modo
de tener un refugio, y no ser lodo.