Últimamente me cuesta comprenderme, ni el espejo me guiña el ojo, ni me juzga porque podría destrozarme. La transcendencia la perdí por mis capas. ¿Qué me duele y qué hará que deje de dolerme? El chocar del idealismo con el realismo, pero, no dejaré mi vida sólo a éso, aunque me asusta aún así que la vida sea sólo ésto.
No me gusta ser así. Sólo quiero volver aquella ilusión, pero no puedo y me destruyo ¿Por qué todo es tan desconcertante? Quisiera tener aquella determinación, pero, ¿ cómo puedo tenerla si ni siquiera a mí mismo me amo ya y ni sé a dónde me dirijo?
Ni las palabras, mi los folios me sirven de desahogo. Sólo tengo ésta sensación amorfa en el pecho, esta sensación de fragilidad, dolor y quimeras perseguidas y no encontradas.
Cada vez siento menos, pero todo duele más. Demuestro inexpresividad e indiferencia, pero al chocar, todo duele.
Tampoco soy capaz de ilusionarme por nada, pocas cosas me divierten y me llevan; y si algo lo hace, me sobreviene al tiempo esa condición crítica y dubitativa; por lo que, es sólo temporal. Me cuestiono, banalmente, ¿estaré maldito? Y la verdad, esque, temo seguir así. Estoy defraudado en temas existenciales, personales y amorosos; y llega un punto en el que es muy angustioso. La muerte no me supone ningún miedo, a fin de cuentas, llegará, la acepto como compañera. Me cuesta también sacar todo lo del pecho y el corazón. Mis poemas están llenos de dudas, de quemadas, de ceniza, de polvo, de cerveza, de musas y de realismo sucio, pero aún así, no llego a ninguna conclusión.
Sólo hablo y hablo y no digo nada coherente para mí mismo, que es lo importante. Estoy rajado por el pecho y no sangro, y sólo quedan los sentimientos muertos.
A veces, no sé ni dónde meterme, a veces pierdo la conciencia de mí mismo, y sólo finjo.
Ya hasta he perdido la rabia, o no, quizá no, mejor dicho, está ahí, pero a veces ni soy capaz de sacarla porque ya ardí demasiado.
Busco que me entiendas pero ni yo mismo me entiendo.