miércoles, 10 de diciembre de 2014

-Inocencia e inconsciencia-

Para tanto tiempo que transcurrió, la sensación era la misma, felicidad cegadora, pero con ese ápice, momentáneo, que te aturde y hace que te percates de tu falsa e ilusoria felicidad. Aquellas historias que contaba de manera cómica, en su tiempo, retumbaron como un bullicio de cristales rompiéndose en el corazón, ya que, cuentan, que todos tenemos dentro de nosotros al "niño" protegido, en una esfera vidriosa, pero a veces, los horrores arremeten y destruyen todo, y sólo queda, el niño, intentando barrer el desperdicio y reconstruir torpemente aquello. Ése fue el veredicto, el "niño" debía morir para poder él sobrevivir, es el precio de crecer. Aquellos cigarillos que parecían apagarse en la lengua, aquellas cervezas que parecían agua y aquél vacío, eran el presagio, se dijo a sí mismo, aunque dentro suyo, no quería, le abrumaba aquello y se preguntaba por qué, si tenía todo el tiempo del mundo, o éso pensaba, cuando lo cierto era, que el mundo era el que tenía todo su tiempo pero él se rehusaba a aceptarlo. Él "niño" en un último intento le dijo:
-No olvides lo que fui, no olvides el olor de las flores, no olvides los colores, no olvides sentir, ya que si algún día olvidas todo ésto, estarás muerto.-
-Te prometo que jamás lo olvidaré. La vida misma me ha obligado a matarte, aunque, verdaderamente, no tengo miedo a la muerte de la que me adviertes, ¿qué puede hacer la muerte que la vida ya no haya hecho?- dijo él.
-Créeme, si olvidas los colores, los olores, las sensaciones y sólo te queda vacío, nada de lo que hagas en esta vida tendra sentido. Créeme cuando te digo que nada tiene sentido, si no eres un niño.

El niño recogió su equipaje, que era más bien poco o quizá demasiado: inocencia, felicidad, abstracción y sinceridad. Él trato de sustituir todo ésto con máscaras, y así entró, en el teatro en el que todos viven.Los atardeceres, resultaban ya ser algo que añorar. La sensación que uno tiene al recordar, para algunos puede resultar ilusoria, pero yo creo, que en toda sensación hay una cierta parte de verdad y otra de mentira, un choque entre ego ( lo que creemos que debemos sentir) y otra entre lo que de verdad sentimos. Se autoconvencia, éso ya pasó, lo mejor está por venir.


Al caminar, caminaba; al dormir, dormía; al leer, leía; al comer, comía; al amar, fingía; al sentír, no sentía nada. Las noches pasaban con insomnio, los días con crudeza. Las máscaras sabían a vacío, ya fue advertido.  

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