La fiera se despierta
y no hay día que me pueda.
Paso borrón y cuenta nueva.
Ya ni me despierto,
el lobo aúlla y no le tiento.
Que el augurio traiga viento
y algún momento muerto.
Alimento a mi aliento
con suspiros de mil besos
y las noches son presagios
de amaneceres en concierto.
¡Qué a mi no me concierne
el humor ridículo de la vida,
que ya se burló demasiado
de la inocencia del cielo!
Quitarme la armadura
que un día hice
veo que me hiere;
y se pudre la hiena
que acorrala mi mente,
buscando carroña
de amaneceres grises
y estrellas indecisas.
Sigo pintando mis infiernos de azul
por si algún sol me descorcha el ataúd
y espero encontrar el camino a mi corazón
para ver si ya no muero de tensión en la voz.
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