miércoles, 8 de mayo de 2019

Últimamente ando tan perdido, en mi palacio de invierno, y a la vez tan lúcido, que me encuentro en una encrucijada, en la cual, veo pasar los vehículos pero no me arrimo a ninguno. Observo. Pues no siento motivación por el producto de su combustión, exhalando humo tóxico.

Me abruma el fin de las cosas. ¿ Qué fin tiene nuestra existencia en este planeta? ¿Qué finalidad tienen los días? Vivimos en un mundo dominado por la maldad. Aunque no lo queramos reconocer somos cómplices de este calvario, directa o indirectamente, pues propiciamos su consecución en el tiempo, siendo carceleros de nuestra propia y ajena libertad. 

En esta época glacial, me he construido una muralla de espinas infranqueable, que hace que  a veces ni yo mismo me vea, bloqueando todo sentimiento, pues de estas alcoba no brota ni una lágrima capaz de vaciar todo lo guardado. Ése es el problema de vivir siempre alerta, siempre protegido, no puedes protegerte de lo que guardas y eres incapaz de sacar.

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