sábado, 14 de noviembre de 2020

A día de hoy.

 A día de hoy la política es una cortina de humo. Se ha transformado en un espectáculo que hace que te posicionarte a favor o en contra de sus actores, según la interpretación que se le de, serán villanos o héroes, incluso aún ellos sabiendo que ejecutan actos que dañan a los demás indistintamente del papel momentáneo que interpretan, en cuyo caso sería deleznable, o no siendo conscientes de ello lo cual dejaría en paños menores el supuesto rigor de lo que se hace, de lo que se dicta, de lo que es la política, regir por el futuro que se deposita en un voto.

El amor se ha convertido en miedo. La entrega ha sido cambiada por el término imposición y privación. El dar en sacrificio. Los vínculos en ataduras. Éso exudan las voces mediáticas, culturales y hasta públicas. Cuando una "preposición" se vuelve verdad universal, pasa a ser dogma. 

El debate acerca de la privacidad y la intimidad, tan candente hace no muchos años, no existe. Somos conscientes de que nuestros datos están enmarañados en alguna red. La realidad cambia, esta vez me atrevería a decir que la culpa ha sido de la normalización. ¿Qué valor tiene nuestra intimidad y nuestra privacidad?  ¿Cómo afecta éso a nuestra interacción con los demás, siendo justos con el tiempo y con nuestra esencia como humanos? 

La integridad, el honor, dar la palabra, la responsabilidad con los demás, es cosa de viejos, quizá de algún personaje ficticio o histórico. Lo verás como un haz de luz por las aceras cuando creas que caminas por un tembladeral de nihilismo. Pero desde luego, que los ecos son aturdidores, y muchos naufragaron en esta época donde las verdades son inexistentes y corrosivas, donde la evasión es medicina para el pensamiento, donde la vida, el futuro y la muerte, son víctimas de la asepsia, del shock. 

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