Los árboles desaciéndose en bilis,
con sonrisas desencajadas y frenesí
de por vida, con rapidez metálica
y danzas de simios.
Brear tóxico, sabor polvo y ceniza.
Vacíos inmensos, con magnitud de olvido.
Travesías del universo y tragos o sorbos,
con que los días destiño.
Cavando en el suelo buscando el cementerio,
pero aún así riendo, con canas en los dientes,
entes durmientes en calles muy transitadas,
repletas de edificios plenos de la nada.
La inspiración se fue con aquel
que supo valorar más sus ideales,
se fue con el niño que se pudrió
danzando entre rosales.