Después de perder tres cuartos de
corazón
me preguntó qué fue de aquel niño
de la crepita ilusión, del mimbre del
amor.
La inspiración se fue y aún no la
encuentro
Y se llevó consigo mi niñez, mi vida
y mis sueños.
Ahora sólo me limito a comer del
basurero,
A vivir en el cementerio de mis
fantasmas,
A esperar, que mañana despierte, y no
sentir nada.
Todos se dedican a dar lecciones de
vida
cuando hace tiempo que la perdieron.
Parece que tuvieran vertederos
En vez de bocas, hablando por hablar
y viviendo en la falsedad del suelo.
No sé qué más se puede pedir a esta
insulsa existencia.